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Opiniones

Entrevista radial a Laura Hart

 

 

 

 

Notas periodísticas
Laura Hart o los vestigios. Roberto Follari. Profesor UNCuyo. Periodista de opinión.
Roberto Follari Profesor de la Facultad Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo. Mendoza 2003 La conciencia humana es apenas una pálida luz en la vasta configuración de los hechos y las cosas. E l mundo contiene más elementos, meandros, objetos, sucesos, que los que pudiera soñar nuestra filosofía -como ya destacara Shakespeare-. De las miles de hojas de árboles que existen, sólo unas pocas recogen la iluminación de una mirada. De las inumerables perspectivas posibles de una ventana o una puerta, sólo una pocas llegan a plasmarse, a teavés de alguien que las pone en foco. A su vez, la conciencia privilegia el presente, y el pasado se ahoga en la insondable oscuridad del olvido. Es decir: si en todo presente hay un mundo de hechos que nunca se hacen concientes, en todo pasado hay muchísimos hechos que alguna vez fueron concientes, y luego se borran. Doble borradura: lo que nunca se advirtió, y lo advertido que se olvida. De modo que el mundo a sido siempre más, y siempre otra cosa y otras cosas, que aquello que somos capaces de retener como memoria. Eso es la historiografía, sin duda. ¿Qué podría retener toda la Biblioteca de Babilonia, que no fuera una pálida remembranza, de la cual la mayoría de la realidad ocurrida estuviera excluida?. Si la escritura jamás es un simple reflejo de lo real, hay que admitir que es una producción dentro de lo real mismo; y que esto real, excede y desborda por todas partes a la posibilidad de retenerlo o circunscribirlo. Así, lo que sabemos sobre otras épocas no pasa de una evocación vaga e indefinida. Referencias generales, nombres de personajes públicos bajo los cuales se amontonan los millones de nombres que ninguna memoria ya rescatará, hundidos en el silencio. No sabemos bien a cerca de como fue la cotidianidad en el siglo XII o XVI, pero menos aún barruntamos quiénes fueron, -en concreto- los que amaron y sufrieron en aquellos tiempos remotos. Y sin embargo, somos el fruto necesario de esa historia. El resultado, el desemboque objetivado de una serie de hechos que ni sospechamos, ni jamás conoceremos. Somos el efecto de una cifra necesaria que se nos ofrece a los seres humanos como incógnita, pero que en el libro de Dios -si es que se diera su existencia- estaría escrita. Alguna Omnisapiencia que pudiera abarcar todos esos hechos no sabidos del pasado, podría advertir en qué medida somos -como presente- su producto inmanente. De algún modo, podemos retomar la idea de Laplace sobre causalidades encadenadas, que desde un punto de lo cual permitirían idealmente reconstruir todo el pasado. Laura Hart apuesta explícitamente a la memoria. A lo que ella tiene de evocación y de oblicuidad, a lo que guarda de esfumativo y de insistente. Porque la memoria es precisamente la luz de la conciencia en el decurso ciego del devenir de la materia: es el rasgo de lo humano puesto sobre el pasado. Pasado que al constituirnos, es una clave silenciada de nuestro presente. Su rescate es la afirmación de aquello que no hemos sido -en cuanto eventos que no nos tocó vivir, tiempos que nos fueron ajenos-, y a la vez de eso que somos en tanto bajo la diferencialidad de cada época habita la universalidad de ciertas estructuras unánimes de la experiencia humana-. Tales trazos, tales huellas recreados vividamente en las obras de nuestra artista, son precisamente eso: indicios, vestigios desde los cuales podemos evocar lo que nos excede, imaginar lo que no está presente, llenar desde la personal experiencia de cada uno, aquello que -en tanto desconocimiento del pasado- es sólo un previo vacío de significados. Porque esa es la función del signo: hacer presente la ausencia, mostrar algo que no está. La escritura es forma compleja y quintaesenciada de esta posibilidad. Y también la pintura. Aquella que Laura Hart reasume, al recordarnos la inscripción rupestre, sin pretender ella misma -sería un obio contrasentido- producir pintura rupestre. Todo original es copia, nos ha señalado algún filósofo. Nuestra artista no pretende, por tanto, restaurar situaciones del mundo mal llamado “primitivo”, ni retrotraernos en el tiempo a algún mítico y supuestamente perfecto mundo tribal. Pinta desde el presente, y desde las interpelaciones que este le formula. No se trata de “volver” a ninguna parte, menos aún a ese pasado donde nunca estuvimos. Se trata de construir una actualidad, un acontecimiento, un acto. Acto de descentramiento en relación a las restricciones que ese presente nos impone, para derivarnos hacia el atisbo de la abismática vastedad del pasado, para apresar por los signos su radical ausencia y extemporaneidad, a través de la magia recuperadora de las marcas que la pintura implica. No estamos -entonces- ante un ejercicio de nostalgia, sino frente a una revivificación de vestigios, una resignificación nuestra: diferencial para cada uno, y hecha para el hoy. Un acto de decodificación del presente, en tanto este se muestra cerrado para las huellas de aquellos tiempos de silencio, de escansión lentas de las horas, de ambiente previo a toda instrumentalización e industrialización. Alguien podría suponer que la simplicidad de las evocaciones pictóricas es muestra de un arte que no suponga una ardua construcción. Cometería sin duda un error. A lo simple se llega por lo complejo, salvo que nos mantengamos en la simplicidad de lo insignificante o lo vacuo. Cualquiera sabe que el lenguaje mesurado y escueto del último Borges, o el de Juan Rulfo, son el tramo final de un vasto conocimiento y una larga condensación y destilación. Fuera de todo paralelo -del cual no es aquí el caso-, es de destacar que lo que parece ingenuidad y espontaneidad, es fruto del trabajo y de la aplicación, implica el desemboque de procesos prolongados. Un aspecto principal de esa actividad, ha sido la investigación previa a la que se ha dedicado la artista, junto con un reducido grupo de arqueólogos y estudiosos del pasado regional. En un esfuerzo enormemente promisorio -que no deja de implicar inevitables complicaciones-, se ha acercado a diferentes disciplinas para el rescate de aquellas pinturas seculares. E incluso, se ha permitido la posibilidad de hacer confluir el arte con la ciencia, buscando una mutua fecundación que potencie sinergéticamente a cada uno. Si se sabe mantener los límites y respetar las diferencias -como en este caso sucede-, es decir, si el arte no pretende superponerse a lo científico sino servirse de ello para su propia y especifica función, nos hallamos frente a un encuentro fructuoso, y por cierto nada común dentro de lo que habitualmente nos es otorgado. Porque en las pinturas de Laura Hart se evoca la historia, si, pero no cualquiera. Es la regional, la de la zona, la del Oeste argentino. En especial desde Calingasta, al sur de San Juan, hasta Malargüe, en los límites australes de Mendoza. Reapropiación de la propia región, en épocas en que a menudo se la sepulta en el vértigo de la globalización mediática, o -en un movimiento contrario- se la mistifica toscamente por un telurismo gauchista que poco responde a nuestra concreta historia. En tiempos de movimiento centrífugo de la experiencia, cuando con un botón nos instalamos vicariamente en Tokyio o en Madrid; cuando la territorialización de la identidad se desplaza, y somos “hombres de ningún lugar”; en tiempos de una neutra tendencia a lo cosmopolita homogeneizado, tiene pleno sentido reasumir lo propio. Sin exclusivismos ni apartamientos de lo internacional -muy por el contrario, Hart ha trabajado largamente en Francia-, se trata de instalar por el arte nuestro peculiar lugar del mundo. Misión ciertamente nada fácil. Signos, evocaciones e indicios de nuestro propio pasado fulguran -reconfigurados- en la tersa puesta en objeto que hace nuestra arista. Está en la mirada de los lectores, en su propia capacidad de asociación y de aperturas, que sea ese el disparador de un estallido de sentidos, que en el aquí y ahora reinstalen la densidad de aquel legado.
Hugo Caligaris. Editor de Diario La Nacion. 1999
El arqueólogo busca señales de un pasado muerto para saber cómo fue en otros tiempos la vida. Para el artista no hay otros tiempos y esas señales que desentierra laten con la misma urgencia que tuvieron en el momento de ser creadas. No es un extraño que espía por el abismo, sino un hombre –una mujer, en este caso- que siente en carne propia mensajes sin edad que vienen desde el fondo de los siglos. La clase de éxito que transporta a Laura Hart cuando encuentra un tembetá en las lagunas del desierto o unos trozos de género con inscripciones mesopotámicas no es la de quien da con una pieza de rompecabezas difícil. No necesita reconstruir el esqueleto parte por parte para ver el cuadro completo, porque no está trabajando con restos sino con materia que crepita. Para un artista no existen cosas tales como ayer o mañana. Llevamos siempre clavada la misma espina y la misma alegría sin razón nos sacude inesperadamente cuando no la esperamos. La ciencia –esa otra forma de saber- ya se encarga a su hora de establecer cronologías. Como dijimos, Laura Hart siente la atracción del arte rupestre, y transformó aquellas figuras y símbolos que los aborígenes dejaron grabados en la roca en la materia prima de su propio arte. Sus cuadros muestran pájaros, mariposas, peces y personas acompañados por signos que parecen propios de antiguas caligrafías. Ciertamente, aunque estos signos sean puras invenciones, están cargados de sentido, dicen, forman parte de un código privado pero no hermético, puesto que está ligado con la naturaleza y con la esencia de las cosas. Esta inclinación por lo sustancial da unidad a la obra de Laura Hart desde sus primeras exposiciones, en 1981. Con larga experiencia en la gráfica, ella ha ido avanzando en sus dibujos, pinturas y serigrafías hacia la posesión de un lenguaje que le da identidad y cuyos fundamentos conoce con una claridad poco frecuente. Queda, además del sentido, el deleite visual que proporcionan las obras de Laura Hart, la búsqueda instintiva de equilibrio y belleza que –lo mismo que la desesperanza y la felicidad- también nos habitan desde edades remotas. Tal vez en ese simple placer de contemplar hallen los buscadores recompensa, la respuesta a una pregunta siempre idéntica, siempre actual y presente, siempre inédita.
Laura Hart y la ambivalencia de los signos. Jorge Orduna. Mendoza. 1999
Escritor argentino, especialista en temas latinoamericanos. Mendoza 1999. Si en realidad fueran petroglifos, los signos que pinta Laura Hart nos inducirían a buscar el significado que encierran. Pero son falsos. Intencionadamente, ni un sólo signo es copia de original rupestre. Si fueran verdaderos valdría la pena esforzarse, cual arqueólogo en cuclillas, en descifrar su mensaje. También es falso el soporte, que con maestría nos inclina a leerlo antiguo. Si recibiese usted por correo un sobre sin contenido viviría por un breve instante esa sensación que la autora nos permite retener y explorar: la de que un mensaje es en realidad independiente de su contenido. Y el interés aumenta cuando el mensaje hace referencia a magnitudes de tiempo transcurrido entre el acto del remitente y el del receptor. Laura Hart nos presenta este tema como una metáfora en la que el origen de los mensajes es el más antiguo que pueda encontrarse: la pintura rupestre, el petroglifo. Tiempos anteriores a la invención de una escritura estructurada, que hacen prácticamente imposible su descifrado. Y sin embargo la mente se rebela ante la admisión de esa imposibilidad: aún sabiendo que es imposible insistimos en querer descifrar. Como si la evidencia de que el mensaje existe fuese una mano tendida a la que no podemos negar el esfuerzo por acercar la nuestra. ¿Qué hace falta para romper con la extraña sensación de estar ante mensajes que nunca serán descifrados y que pese a ello se empecinan en seguir siendo mensajes? ¿Qué hace falta para excavar entre estos signos? ¿Habrá que comprender que todo signo significa (incluso aquel que se propone deliberadamente no significar)?. Si partimos de esto último es claro que el tema central en esta parte de la obra de Hart, el signo, significa incluso a pesar y en contra de la voluntad de quien lo realiza. La autora se hace entonces a un lado y nos da la plena autoridad para descifrar lo que deliberadamente pintó como indescifrable. Lo falso se volvió ahora verdadero, y henos entonces ahí, en cuclillas, y sabiendo que vale la pena. En una época en que la concepción del arte que yace tras los trabajos suele ser excesivamente alambicada –a veces para esconder una ejecución carente de concepción -en esta parte de la obra de Laura Hart las contradictorias ideas de fondo aparecen como transparentes y fascinantemente racionales.
Presentación Expo Bodega Escorihuela. Magda von der Heyde. 2001
Cuando se inicia el juego de generar signos se produce un contacto casi indiscreto entre el pincel y el artista. El signo es sólo el medio para establecer la idea del tiempo y el espacio. Símbolos, escrituras, textos, caligrafías puestos como para burlar el entendimiento intelectual y quedarse sólo con lo visual. Nada se puede leer ni descifrar, sí se puede apreciar el diseño, la abstracción y la figuración, el conjunto es nada más y nada menos que una invitación a la imaginación, a despertar en una fábula de códigos y mensajes de otros pueblos, de otros tiempos, de otras dimensiones. ¿Será posible prescindir de la obsesión de medir contar, pensar, es decir establecer categorías no de valores sino de mercantilismo?. ¿Podemos, quizás, descartar prejuicios estéticos y corrientes colonizadoras que interfieren sobre las identidades?. ¿Podrá existir un estado de contemplación lo suficientemente puro como para apreciar una obra que propone un naturalismo plástico, casi místico, casi irreal, con mucho de poético, con algo de ingenuo?. Laura Hart dispone de recursos para encontrar y unir los decires de tiempos diferentes. De mostrar que los grafismos, signos, alfabetos son el nexo de las gentes para manifestar sus mismos miedos, amores, magias, supervivencia. Seres de un solo planeta en diferentes tiempos, en diferentes circunstancias, sitios, sociedades. Pero siempre hombres y mujeres, con sus sentidos y afectos humanos, su pobreza, sus miserias, siempre humanos.
Patricia Rodon Periodista. Mendoza. 2006
Todo arte es rupestre. Todo poema es un garabato. Como una conversación se define desde lejos por el murmullo o la noche por su cuna de luz en el vientre de los telescopios, las cosas empiezan en algo que no se puede nombrar. Al principio fueron las manos, la huella de la mortalidad, el arañazo del signo en la piedra que sigue sin responder. Después vinieron las líneas negras, las patas de pájaro, los soles, los animales, los hombrecitos ahítos de hambre dibujando símbolos que pensarían para siempre en el porqué de la existencia. Y la extraña caligrafía del cielo tallando nuestra conciencia. Todo arte es de roca. Toda canción es un arrullo. Hoy como ayer, Laura va como quien regresa de morder el silencio. Tiene una antorcha abierta para ver lo que escapa, la historia de la minucia, el hilván de los gigantes diminutos, el vestigio de las alas, la palabra que se va. Laura va en busca de lo que se pierde en el aire, del aire que nos sobra, de lo que no se puede decir. Baja a las raíces, al origen del color, al refugio de la memoria. Como una maga cuenta y descuenta el cuento, reinventa el fuego de los cometas y la sangre del bisonte y el pico de los cuervos. Todo arte es una huella. Toda foto es un robo. Laura se levanta sobre los nudos del miedo y crea otra lengua, un alfabeto que no quiere traducción ni página ni lectores. Su entonación es la de los ojos de sumar, de quitar, de explorar, de habitar, de tocar, de llorar y cantar sobre la tela del tiempo. Laura suma y suma salmos, trapos, obsidianas, códices, milagros, juegos. Escribe sobre un mantel de cuero líquido. Viaja en crónicas y documentos y caravanas y espejos de un idioma antiguo. Laura conoce la tipografía del corazón en vela desde hace siglos y nos la pone allí, aquí, en nuestras cabezas. Para que aprendamos algo. Si podemos. Todo arte es un recuerdo. Todo texto es un asilo.
Link Prensa

http://www.monteviejo.com.ar/signos/artistas/laura-hart/

http://www.mdzol.com/mobile/mobile/484930/

http://www.correveidile.com.ar/2013/08/21/laura-hart-presenta-su-documental/

http://www.unidiversidad.com.ar/estrenan-el-video-documental-veneraciones-de-la-artista-laura-hart

http://www.losandes.com.ar/article/cultura-111487

http://www.losandes.com.ar/article/signos-de-una-obra-multiple

http://losandes.com.ar/article/valle-uco-valle-sagrado-733684

http://www.mendozaeconomico.com/2011/05/27/fundacion-ypf-apoya-una-muestra-de-arte-rupestre-cuyano/